Tuesday, November 24, 2009

Libertad

El jueves salí de California para asistir de nuevo a la protesta masiva contra la Escuela de Asesinos en el Fuerte Benning, en Georgia, EEUU. De viernes a domingo fui intérprete voluntaria para víctimas de la tortura, personas cuyos seres queridos han sido asesinados en sus diferentes países, y todo a manos de soldados y oficiales entrenados en este fuerte por el ejército norteamericano. A través de todos los testimonios, difíciles de dar, escuchar e interpretar, se me ocurre que lo esencial es la libertad. Es esa libertad de poder ser 'humano' en el sentido más amplio de la palabra; libertad que se infringe a diario a nombre del poderoso caballero don Dinero...

Escuchando a un joven de Etiopía que había salido hace muy poco, meses solamente, de un centro de tortura en su país, donde fue torturado una y otra vez por meses y meses por haber ayudado en las urnas, escucharlo dar su testimonio mientras sollozaba, y yo le trataba de interpretar el testimonio roto y ensangrentado a un sacerdote colombiano que también fue torturado, por su trabajo por los pobres de la tierra, como dijera mi gran apóstol José Martí, comencé a escribir lo que tal vez es un himno... Tal vez le añada música...

Libertad

Soy incorruptible.
He nacido en las entrañas
de la vida,
y me nutro del aliento y de la sangre,
la sonrisa y la esperanza
de los seres de la tierra.
LIBERTAD

Soy indestructible.
Ni con golpes ni torturas,
ni con muertes ni prisiones,
sigo andado, siempre erguida,
cual bandera enarbolada,
siempre viva.
LIBERTAD

Soy amada y soy temible;
soy la libre incorruptible,
la esperanza ineludible,
libertad inquebrantable,
la esperanza del pasado,
luz brillante en horizonte
libertad, hoy y mañana,
soy tu madre, padre, hermana.

Libertad, dilo en voz alta,
libertad, piénsalo adentro,
en la sangre, las entrañas,
en testículo y ovario,
en la célula preciosa,
libertad, amada, amante.
¡LIBERTAD!

Luego venía recordando tanto testimonio triste... la valerosa Nerys, del Salvador, torturada en su octavo mes de embarazo, y tirada en una fosa común. Estuvo en coma por 6 meses; su crimen era que alfabetizaba a los niños indígenas... Conoció y trabajó con el santo de las Américas, el arzobispo Romero...

Mi patria fue títere de los EEUU hasta que Fulgencio Batista salió huyendo... Fuimos invadidos una y otra vez... Teníamos siempre que cumplir con los deseos del amo... Batista, apoyado por dólares, tenía su sarta de esbirros y torturadores... Recuerdo cuando empezaron a salir aquellas víctimas de la tortura, en enero de 1959.... Y luego viví en la República Dominicana cuando EEUU invadió a partir del golpe de estado contra el legítimo presidente, el Dr. Juan Bosch... Vi mucha hambre y miseria en Santo Domingo, mucho racismo, parecidos al racismo de mi patria, y el hambre y la miseria de mi patria...

Y no es que no tenga cosas que criticarle al gobierno revolucionario, pero no hay gobierno (en este caso, dictadura) sin problemas, y más con el monstruo a 90 millas... Lo dijo Martí: He vivido dentro del monstruo, y le conozco las entrañas. Lo dijo en otra forma Lorca, años después... en el barrio en el que vivo actualmente, los centroamericanos y mexicanos viven vidas difíciles, siempre sujetos al arresto y maltrato por la migra...

El viernes por la noche los que hablaban eran chicos y chicas que trabajaban recogiendo tomates en Immolakee, Florida; nos hablaron de la esclavitud, personas obligadas a trabajar bajo amenaza de muerte en los campos, por centavos... Y eso me recordó el trabajo que hice durante dos semanas cuando el desastre de Nueva Orleans... Estuve ayudando a llevar comida a un campamento para refugiados... En el medio del trabajo se me acercó un policía local a pedirme botellas de agua para su ciudad, no en Nueva Orleans sino en Texas, tan tristemente pobre que los alcantarillados no funcionaban, y el agua potable no lo era... De ahí el poema que sigue, mientras el entonces presidente Bush descansaba en su mansión veraniega....

Vengo como el ocaso

Vengo como el ocaso,
arrastrando tristezas,
hojas al viento, pétalos
de jazmines muertos, los últimos rayos
de un sol ensangrentado
en la campiña seca.

Aquellas horas últimas vimos llegar a los niños, los niños con esos rostros solemnes, que no pueden comprender tanto horror, que no se ríen ni sonríen, que caminan sonámbulos hacia el comedor de la iglesia, donde hay comida, agua, todo lo que faltó en aquel paraje triste donde hubo tanta belleza, tanta música, tanta risa.

El mundo sigue en sus asuntos
diarios, la gente camina por el aeropuerto,
los teléfonos suenan, las alarmas
gritan en sílabas estrepitosas.
En cada esquina una mujer
habla de sus compras.

Había una bebe negrita como un carboncillo, llorando desconsoladamente; aguantaba un osito que alguien le había dado, pero como con olvido, con desinterés, y cerca la madre, amamantando a un crío silencioso. Dos niños, dijeron tener doce años, mirándonos con la cara del que ha visitado el infierno y todavía no da pie con bola.

Los televisores todos reportaban
la continuidad de los desastres,
las aguas inundando ilusiones,
platos, cruces, tenedores y libros,
cadáveres, todo en una putrefacción
de 'limpieza étnica.'

Agua, jugos, sacos de papa, papel higiénico, cajas de galleticas dulces, y algo de abrazos y de besos, de un pedir perdón porque somos de la misma humanidad que los atropella, los abandona, los hace maldecir el mismo día de su nacimiento. Y al final, un abrazo empañado de lágrimas, y un querer quitarse hasta la ropa y los zapatos, hacer algo, algo, cualquier cosa, un alivio...

Fuimos a ofrecerle algo a los dos chicos,
una zanahoria, un trago de agua,
una tajada de manzana. Las miradas
decían, 'aparentamos vida,
solamente.'

He regresado. Me duele la espalda de acarrear bolsas de zanahorias, papas, me duele la vergüenza de una impotencia sorda. No tengo lenguaje. No tengo nada que decir. Cuando trato de expresar aquel horror imperdonable, la gente me dice que tal vez cuando duerma, que seguramente estoy algo cansada, que con los días se me 'pasará' la desesperación.

En un rancho lujoso
un presidente tocaba la guitarra
como Nerón tocando el violín
mientras ardía Roma. En las afueras
del lujo y la miseria, la muerte acecha, fiera.

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