Friday, September 7, 2007

Let us not remember the Alamo/No recordemos el Alamo

While on line at the supermarket, I overheard two women talking about how disgusting this thing with the ‘illegals” was. One talked about sending them all back. Researching anti-immigrant sentiment, I was saddened, though not surprised.

Imagine that you invite your neighbor to stay at your house for a while. You have some extra bedrooms you never use. In the beginning, everything is wonderful, you share chores, stories, TV shows.

One day you come home, and find the locks changed. Your neighbor is in your house, armed to the teeth, and you are now a trespasser in your own home. Impossible? Remember the Alamo?

In 1820 the Mexican government allowed Moses Austin to settle some land, with 300 families, in what is known as Texas. Most of the settlers who came to the Austin colony brought slaves or at the very least, supported slavery. When Mexico, where slavery had been abolished, attempted to enforce its anti-slavery laws in Texas, the settlers declared war against Mexico. This was not a battle for independence, but a battle to continue the institution of slavery and the abuse of human beings for profit. Mercenaries were hired to fight Mexico, and promised land in return.

As a result of the war, what is now Texas, California, New Mexico, Arizona, Nevada, and parts of Colorado, almost one-half of the Mexican land at that time, was annexed as war booty.

The Alamo was a fort and Catholic mission in what is now San Antonio, recaptured by Mexican president Santa Anna in 1836. All 182 at the fort were killed, and with the exception of nine, all were Angloamericans. Among these were Davy Crockett, a land speculator and mercenary, Jim Bowie, a trafficker in slaves and slave-owner, Col. Travis, a mercenary. The Alamo became a battle cry for bloody revenge; at the battle of San Jacinto, Santa Anna was captured and forced to sign Texas’ independence, in exchange for his life. One of the first measures of the “Republic of Texas” was to legalize slavery.

During the ‘50s and 60’s, before our current ‘enlightenment,’ Mexican-American children, taunted as “meskins", wetbacks, greasers, spics, beaners and pepper bellies, would be forced to dress in Mexican uniforms so the battles at the Alamo and San Jacinto could be reenacted, where “bloody Mexicans assasinated these heroic defenders of liberty and democracy.” Spanish was forbidden; children caught speaking Spanish were punished. There were signs in the parks prohibiting “dogs and Mexicans.” Most restaurants refused to serve them. Landlords would not rent to them.

However we may try to rewrite history, Crocket, Bowie, Travis and others were mercenaries; they were anything but defenders of freedom. They hunted and assasinated Amerindians, trafficked in slaves, and fought for Texas’ independence in order to make it into a slave state. Honoring the Alamo is honoring rape, pillage, colonial aggression and slavery. It means honoring the betrayal by a neighbor, the murder of innocent men, women and children at the hands of hired mercenaries. Honoring the Alamo is honoring the massacre of Lipan Apaches, Karankawas, Capoques, Cocos, Kohanis, Kopanes, Tonkawas, Bidias, Jumanos, Kickapoos, Kiowas, Caddos, Akokisas, Atakapanis, Comanches and other Amerindian nations exterminated after Texas became ‘independent.’ It means honoring slavery and white supremacy, honoring Jim Crow, honoring the Klu Klux Klan and the lynching of Blacks in Texas. Honoring the Alamo means honoring oppression.

Today we are engaged in yet another war of expansion in which the same slogans of freedom are being misused to fool the people. Nazi Propaganda Minister Joseph Goebbels said:“If you tell a lie big enough and keep repeating it, people will eventually come to believe it. The lie can be maintained only for such time as the State can shield the people from the political, economic and/or military consequences of the lie. It thus becomes vitally important for the State to use all of its powers to repress dissent, for the truth is the mortal enemy of the lie, and thus by extension, the truth is the greatest enemy of the State.”

It is important that we know our past, and distinguish it from our myths, if we are to progress as a society. When we talk about building a fortified wall across the border, to keep the “illegals” out, we must remember that we are the original “illegals,” that we took lands by force not for the sake of freedom, but to make a profit, to advance the causes of racism and white supremacy. Too long have we perpetuated this myth that the white man’s struggles are heroic and the struggles of people of color are somehow minor or, in recent times, the product of ‘terrorism.’ We did not fight for freedom against Mexico nor are we fighting for it in Iraq, but most important, we are the original “immigrants,” even if we have, as conquerors, attempted to rewrite history for future generations.


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Mientras esperaba en línea en el supermercado, escuché a dos mujeres que discutían cuán repugnante era este asunto con los "ilegales." Una de ellas hablaba de mandarlos a todos de vuelta. Cuando llegué a mi casa me puse a buscar material sobre estos sentimientos contra los inmigrantes, y me quedé triste por la ferocidad y la extensión, aunque realmente no me sorprende.

Imagínese que usted invita a su vecino a quedarse en su casa por un tiempo. Le sobran algunos dormitorios que casi nunca se usan. Al principio, todo va de maravillas; se comparten faenas, historietas, programas de televisión.

Un día usted llega a su casa, y se encuentra que alguien ha cambiado los llavines o candados. Su vecino está en su casa, armado hasta los dientes, y usted desde ahora en adelante es un intruso en su propia casa. ¿Imposible? ¿Se recuerda del Alamo?

En 1820 el gobierno mexicano le permitió a Moses Austin colonizar terrenos, con 300 familias, en lo que se conoce como Texas. La mayor parte de los que llegaron a esta colonia de Austin trajeron esclavos o como mínimo, apoyaban la esclavitud. Cuando México, que había abolido la esclavitud, intentó poner en vigor sus leyes contra la esclavitud en Texas, los colonos declararon la guerra contra México. Esto jamás fue una batalla por la independencia sino una batalla para continuar con la institución de la esclavitud y el abuso de los seres humanos por el lucro. Se contrataron mercenarios para llevar a cabo la batalla contra México, y a cambio se les prometió tierra.

Como resultado de esta guerra, lo que hoy se conoce com Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, y partes de Colorado, es decir, casi la mitad de lo que era el territorio mexicano de aquellos tiempos, fue anexado a los EEUU como botín de guerra.

El Alamo era una fortificación y misión católica en lo que hoy se conoce como San Antonio, que fue re-capturado por el General y presidente mexicano Santa Anna en 1836. Todos los que estaban en el Alamo fueron muertos; menos nueve personas, todos eran anglosamericanos. Entre ellos estaban Davy Crockett, especulador y mercenario, Jim Bowie, traficante de esclavos y esclavista, el coronel Travis, mercenario. El Alamo se convirtió en un grito de batalla que exigía una venganza sangrienta contra los mexicanos. Finalmente, en la batalla de San Jacinto, Santa Anna fue capturado y lo obligaron, a cambio de su vida, a reconocer la independencia de Texas. Una de las primeras medidas oficiales de la nueva "república de Texas” fue legalizar la esclavitud.

Durante los años 50 y 60, antes de que los EEUU se hubiese vuelto más "iluminado," a los niños de ascendencia mexicana, a quienes se les llamaba, en tono de burla, "meskins," mojados, grasientos, spics, frijolitos y otras cosas por el estilo, se les obligaba a vestirse en uniformes del ejército mexicano para poder reconstruir las batallas del Alamo y San Jacinto, donde según ellos, estos "puñeteros mexicanos habían asesinado a los heroicos defensores de la libertad y de la democracia." El español estaba prohibido y a los niños se les castigaba si los cogían hablándolo. En los parques se veían letreros que prohibían la entrada de "perros y mexicanos." La mayoría de los restaurantes se negaba a servirles; los dueños de casa se negaban a alquilarles viviendas.

No importa cómo el invasor intente reconstruir la historia, el hecho es que Crocket, Bowie, Travis y otros fueron mercenarios y pendencieros; cualquier cosa menos defensores de la libertad. Cazaron y asesinaron a los amerindios; traficaron en esclavos, y solamente pelearon por la "independencia" de Texas para hacer de la misma un estado esclavista. Honrar el Alamo es honrar la rapiña y el pillaje, la agresión colonial y la esclavitud. Es honrar la traición del vecino, la masacre de hombres, mujeres y niños a manos de mercenarios. Honrar el Alamo es honrar el genocidio de los karankawas, lipan apaches, capoques, cocos, kohanis, kopanes, tonkawas, bidias, jumanos, kickapoos, kiowas, caddos, akokisas, atakapanis, comanches y otras naciones amerindias que fueron exterminadas después de que Texas se volvió "independiente." Significa honrar la esclavitud y las instituciones de la supremacía blanca, el Klu Klux Klan y el linchamiento de negros en Texas. Honrar el Alamo significa honrar la opresión.

Hoy estamos envueltos en otra guerra expansionista en que los mismos lemas de libertad y democracia se usan para engañar al pueblo norteamericano. El ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels dijo:“Si dices una mentira grande y la repites una y otra vez, la gente llegará a creerla. La mentira puede seguir en vigor siempre y cuando el Estado pueda ocultarle al pueblo las consecuencias políticas, económicas y/o militares de la mentira. Por ello es de suma importancia para el Estado el usar todo su poder para reprimir la disensión, ya que la verdad es enemiga mortal de la mentira, y por extensión, la verdad es la mayor enemiga del estado.”

Es importante que se conozca el pasado, y que se pueda distinguir el mismo de los mitos de una sociedad, si se quiere progresar como sociedad. Cuando se habla de construir una muralla fortificada a lo largo de la frontera, para dejar afuera los "ilegales," hay que recordar que los estadounidenses son los primeros "ilegales," que robaron tierra ajena no por conceptos de libertad sino para lograr el lucro y promover las causas del racismo y la supremacía blanca.

Ya es hora de dejar a un lado ese mito de que las causas del hombre blanco son heroicas y las batallas de la gente de color son menos importantes, o en estos últimos tiempos, de carácter terrorista. EEUU jamás luchó por su libertad contra México, en la misma forma en que tampoco pelea por la libertad en Irak, pero lo más importante es reconocer que el estadounidense es el inmigrante original, no importa que, como conquistador, intente cambiar y reconstruir la historia para futuras generaciones.




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